martes, 26 de julio de 2016

Siglo XXI: el final del sexo obligatorio

Artículo publicado por Miguel Vagalume en Pikara Magazine el 08 de Julio de 2016

Se nos aseguró que la vida sexual activa era un indicador de salud, que nos insistió en cuál era la frecuencia correcta y se nos animó a experimentar al máximo. Pero se nos siguió vendiendo un modelo único de “sexo normal” que llevaba a mantener tabúes y culpas. ¿Qué nueva revolución sexual necesitamos ahora?


El siglo XX es llamado a menudo el “siglo del sexo”. Aunque los cambios culturales son mucho más sutiles y complejos, se podría poner la fecha de inicio del “siglo del sexo” en 1905. Ese año se plasma por primera vez en un texto qué es el sexo “normal”. Lo hace Freud en ‘Tres Ensayos sobre una Teoría sexual': “La unión de los genitales es considerada la meta sexual normal en el acto que se designa como coito y que lleva al alivio de la tensión sexual y a la extinción temporaria de la pulsión sexual (satisfacción análoga a la saciedad en el caso del hambre)”, escribió Freud. Fuera de esa unión de genitales (una vagina y un pene, por supuesto), todo era perversión: “El uso de la boca como órgano sexual es considerado perversión”, decía unas líneas más abajo.

En Europa, durante el siglo XX, el sexo —un sexo muy concreto, no degenerado— pasó a ser algo central en nuestra vida, algo necesario para ser feliz, para realizarse. Ya no es suficiente dejarlo escondido en el cajón y no prestarle atención, como tuvieron que hacer muchas de nuestras abuelas y una larga historia de mujeres y personas con gustos poco convencionales de las que nunca se supo qué les gustaba y qué no.

Ese interés devino en la primera revolución sexual del siglo. Wilhelm Reich convirtiendo el orgasmo en fundamental, Hirschfeld y la reforma sexual en lo público y lo privado, la libertad de las noches berlinesa y parisina, el travestismo (se inventa el término), la transexualidad (Lili Elbe), luchas por los derechos para las personas homosexuales, los debates sobre la educación sexual… Todo parecía posible hasta que llegó el fascismo a Europa de la mano del catolicismo.

Eso, junto con otros factores, hizo que toda esa libertad emigrara a EEUU y que en los años 60 y 70 volviese a darse otra “liberación sexual” para las mujeres (la “píldora”), para gais, lesbianas, transexuales (la comunidad leather, Stonewall) y para heterosexuales (aunque parezca increíble hoy día, se convirtieron en aceptables las relaciones “prematrimoniales”). Se buscaba la experimentación y la transgresión (orgías, tríos, comunas, orgamos simultáneos…) y se popularizó la idea de abrir “las puertas de la percepción “ (Aldous Huxley, alucinógenos…).

Todo ese recorrido, que se suele relatar, a modo bíblico, como un camino de liberación hacia un paraíso final, en realidad ha ido dejando al mismo tiempo un montón de asuntos sin resolver que se han ido acumulando. La salvación nacida de su propia condena.


La patologización de la frecuencia

El sexo se convierte en central de mano de la psiquiatría. Freud identifica la sexualidad con un inconsciente que hay que “desvelar”, descifrar, descubrir qué se oculta detrás del deseo… y hoy en día seguimos viéndolo igual. Se sigue pensando que detrás de un deseo erótico masoquista, detrás de la elección del trabajo sexual, que detrás de cualquier práctica poco convencional, siempre hay algún problema que resolver. 

Krafft-Ebing, otro psiquiatra, había creado la lista de perversiones que hasta hace tres años ha seguido en los manuales de psiquiatría (y la OMS las sigue incluyendo en su lista de enfermedades). La diversidad del deseo condenada a ser vista como una enfermedad. Aunque se tolera a gais, lesbianas, transexuales, bisexuales, se les/nos sigue viendo como excepciones frente a la normalidad. Con el fascismo esa diversidad se convierte en delito. En España hasta hace poco tiempo, el 28 de diciembre de 1978. No ha sido un camino fácil.

Wilhelm Reich, discípulo de Freud, es el primero en convertir, en 1927, el orgasmo en indicador de salud mental. Y a eso se une, en los 60, el establecimiento de un nuevo sexo “normal”: el estadísticamente normal, el que hace la mayoría. Pero ¿cómo se puede medir estadísticamente? Por la frecuencia: cuántos orgasmos, cuántas cópulas, cuántas experiencias homosexuales, cuántas parejas sexuales. Y eso hace que la normalidad sea una determinada frecuencia por debajo o encima de la cual nos estamos saliendo de la norma. Y ahí seguimos, entendiendo que salirse de la media indica que se tiene un problema: por encima de un determinado número de veces es adicción, que por debajo es “deseo hipoactivo”.

La frecuencia unida a un nuevo“modelo recreativo” en esas mismas décadas lleva a que la experimentación se convierta en algo deseado socialmente: ¿Cuánta gente ha tenido experiencias sexuales desde entonces sólo por evitar que ser considerada “anticuada”? ¿Cuántas veces se ha ido contra el propio deseo para agradar, para cubrir las expectativas del grupo, de nuestras amistades, de una nueva pareja? Quizá nos hemos maltratado más de lo que hacía falta…


Asuntos sin resolver

Y así llegamos a los años 80 con un montón de asuntos sin resolver. Se seguía creyendo que en la vejez desaparece la actividad sexual. Se seguía creyendo que hay identidades, prácticas y sexualidades alternativas… porque hay una “normal”. Se seguía pensando en la masturbación como una experiencia sexual de segunda categoría. Se seguía considerando mejor tener “mucho de todo” (orgasmos, experiencias, tríos, orgías, etc.). Se seguía provocando unos problemas inmensos intentando encajar en los estrechos moldes de ser hombre o de ser mujer, sin más opciones. Se seguía pensado que una mujer que habla abiertamente de su deseo era algo extraño. Se seguía pensando en la obligatoriedad del orgasmo. Se seguía sin conocer bien, en detalle, los genitales propios y ajenos. ¿Cuántas de esas creencias siguen ahí desde los 80, desde hace casi 40 años?

Como si los asuntos no resueltos en nuestra sexualidad durante el siglo XX no fueran suficientes, en los 80 comienza el tsunami conservador en el que todavía seguimos. Se arrasa poco a poco con la educación sexual (la LOMCE ha conseguido eliminarla en un 100% en nuestro país), que ya se había limitado a “la charla del condón”, como si todo el alumnado fuera heterosexual, como si la sexualidad se redujese al “acto sexual normal” que había descrito Freud.

Desaparece la educación y lo único que queda en su lugar es el porno, algo tan fácil de criticar. El porno no ha hecho más que recoger lo que se habla en la calle desde mucho antes de que estuviese disponible 24 horas al día en internet: que todo el mundo folla durante horas, todos los días, con unos orgasmos inmensos. Ese —falso— listón que está colocado tan alto y al que nadie llega. Pero es que no queremos ser felices, queremos ser normales. Y se nos ofrece un único modelo.

Al mismo tiempo, el tsunami neoliberal y conservador nos ha hecho interiorizar la idea de que lo que nos pasa en nuestra vida es solo nuestra responsabilidad. Que si no conseguimos tener una vida sexual satisfactoria es algo que debemos solucionar, como si estuviese en nuestra mano tener más tiempo, tener menos trabajo, tener menos estrés, buscar nuestra propia educación sexual, resolver todas nuestras dudas… La idea de que todo el mundo tiene que ser perfecto al llegar a la cama y no importarle demasiado lo que suceda, que no haya demasiado drama, supone llegar a la cama con todas las prevenciones puestas… antes de elegir una pareja en la que depositamos todas nuestras expectativas.


¿El siglo de los amores?

Y así, década tras década, nos encontramos sin saber muy bien cómo resolver las complicaciones normales de todo el mundo… Seguimos creyendo que las complicaciones con las erecciones o para llegar al orgasmo de una manera concreta son extraordinariamente raras. Parece increíble que hayamos pasado por el “siglo del sexo” y que cientos de preguntas, a las que ya se les ha dado respuesta, se hayan mantenido igual de opacas un siglo más tarde, quizá gracias a una nula educación sexual y a la omnipresencia y peso simbólico de un único modelo de “sexualidad”.

Podría ilustrarse este proceso con el cambio que ha sufrido una tienda erótica de la calle Montera en Madrid: ha sustituido el nombre “sexshop” por “loveshop”. Habiéndose complicado todo “lo sexual” de semejante manera… ¿será el siglo XXI el siglo de los amores? Los amores frente al amor idealizado y reproductivo. Amores de muchos tipos, monógamos y no monógamos, con mil opciones abiertas a todas las identidades y prácticas, un afecto que no signifique necesariamente sentir atracción sexual, sin obligación de que haya que cumplir con una frecuencia de relaciones sexuales, sin que sea obligatorio tener un orgasmo.

Optar por el afecto quizá sea la respuesta a la insistencia durante un siglo en el que, al principio, se aseguró que una vida sexual activa —como si fuese una batería cargada— nos aseguraba la salud. Después se pasó a insistir en que nos haría felices si la practicábamos con una frecuencia “correcta”. Y se terminó diciendo que lo más deseable era tener todas las experiencias sexuales posibles. A la pregunta tantas veces repetida de si es posible el sexo sin amor, se ha terminado contestando que lo que también es posible es el amor sin sexo.

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Espero les haya gustado.
Saludos desde Argentina!

martes, 19 de julio de 2016

Avenitas, difundiendo la asexualidad

Avenitas es un proyecto multiblog orientado a difundir información relevante a la asexualidad, como parte de la campaña de educación y divulgación de la comunidad asexual hispana, enfocada en la visualización y aceptación de la asexualidad como orientación sexual en Latinoamérica y España. En dicho proyecto se abordará múltiples temáticas vinculadas a nuestra condición y la sociedad, así como todos los proyectos que AVENes realice.



La idea nació con el firme propósito de alcanzar a aquellos que buscan conocer más en profundidad la asexualidad y llegar a todos los que ahondan sobre nuestra condición. Se pretende educar a través de la red y transmitir conceptos, ideas, propuestas de trabajo, información, formas de vida. Se busca darnos a conocer como comunidad diversa dentro del espectro de la sexualidad humana.

Les dejo el LINK: AVENITAS Wordpress

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Saludos desde Argentina!

miércoles, 13 de julio de 2016

¿Qué tanto sabes acerca de la Asexualidad?

Artículo publicado en Fucsia.co
(No dice por quién, ni cuándo)

En una sociedad obsesionada con el sexo, pensar en que exisetn personas que no les interesa el tema es casi imposible. Aun así la realdiad es otra, y los asexuales representan el 1% de la población mundial. Conoce más de esta condición.



En la actualidad se ha vuelto cada vez más común el tema de la variedad de orientaciones sexuales: la heterosexualidad, bisexualidad, homosexualidad femenina y masculina, asexualidad, pansexuaidad; solo por mencionar algunas. Desafortunadamente la falta de información sobre un tema tan polémico y tan ajeno a nuestro condicionamiento cultural, ha dado pie para que estas tendencias se interpreten como desviaciones, enfermedades, rebeldías o simplemente formas de llamar la atención. Pero la realidad es otra, pues la sexualidad no es una elección, sino una condición. 

Para comenzar, es importante diferenciar entre identidad de género, expresión de género, sexo, y orientación sexual. Está comprobado que las falsas creencias se originan en el desconocimiento de las diferencias que existen entre estas tendencias.

La identidad de género está determinada por la “comodidad” con uno mismo. Es la manera como el cerebro nos clasifica automáticamente dentro de la categoría de hombre o de mujer, pero no está ligada necesariamente al sexo biológico. 
La identidad de género es la manifestación de la masculinidad o de la feminidad, basada en los roles tradicionales del género. Esto infiere en la forma de vestir, en el comportamiento, etc. 
El sexo biológico está determinado por las características físicas y biológicas que diferencian a los individuos a nivel sexual, incluyendo los órganos sexuales, hormonas y cromosomas (hembra- intersexual- macho). 

La orientación sexual por su parte, está ligada al tipo de persona por la que nos sentimos atraídos física, emocional y espiritualmente; de ésta manera, los heterosexuales se sienten atraídos por el sexo opuesto, los bisexuales por su mismo sexo y por el sexo opuesto, los homosexuales por su mismo sexo, los asexuales no sienten atracción por ningún sexo y los pansexuales sienten atracción por otras personas independientemente de su sexo o género.

Las personas asexuales no sienten atracción erótica hacia otras personas, tampoco hacia el placer sexual y no tienen relaciones sexuales. Según los estudios de Anthony Bogaert, profesor de Ciencias de la Salud Comunitaria y Psicología de la Universidad de Brock en Canadá, se calcula que el 1% de la población mundial es asexual. 

La asexualidad es la orientación sexual que más discriminación recibe, principalmente porque no es ni siquiera aceptada como algo real, sobretodo en una sociedad tan obsesionada con el sexo. En los últimos años han surgido comunidades de personas asexuales, quienes reciben apoyo y se identifican con los otros miembros de la misma comunidad que sienten lo mismo. La comunidad Aven (Asexuality Visibility and Education Network) por ejemplo, cuenta con más de 50 mil miembros. La comunidad Platonic Partners ayuda a las personas que quieren tener una pareja pero, pero que no quieren (o no pueden) tener sexo. 

Entre la comunidad de personas asexuales, a pesar de la falta de deseo y atracción sexual, existen diferencias principalmente asociadas a la ausencia de apetito sexual o atracción romántica. Algunas personas solo experimentan una de las dos, otras las dos y otras, ninguna. 



Los asexuales si pueden experimentar atracción romántica hacia uno o ambos géneros, lo que ocurre es que no tienen relaciones sexuales. Según su orientación romántica, algunos asexuales se definen como heterorománticos, homorománticos o birománticos, dependiendo del tipo de orientación afectiva. También existen otros asexuales arrománticos o no románticos que aparte de no sentir atracción sexual, tampoco tienen atracción romántica. Así mismo algunos asexuales pueden llegar a tener sensaciones sexuales sin llevarlas a cabo, mientras que otras se masturban para satisfacerlas.
Si sientes que te identificas con esta orientación, no tienes por qué sentir angustia, miedo o vergüenza. Simplemente puedes ser parte del grupo de personas asexuales que viven su vida como cualquier otro ser humano, con la diferencia que no hay atracción por las relaciones sexuales.

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Saludos desde Argentina!

lunes, 4 de julio de 2016

Asexualidad: ¿es posible no sentir atracción sexual por otra persona?


Publicado por DARIL DE LA NUEZ en Batanga
(y como siempre en este lugar, no dice cuándo ¬¬)

Para nadie es un secreto lo complejo que resulta el universo del comportamiento sexual de nuestra especie, donde prácticamente todo lo que podamos imaginar, tanto en sentido positivo como negativo (lo cual valoramos muchas veces en dependencia de nuestra herencia cultural), es posible.

Uno de los temas de los que más se estudia, se debate o se polemiza es sin dudas el de la orientación sexual, donde la homosexualidad y la bisexualidad se lleven quizás la mayor parte de las discusiones, pero donde otras variantes no menos apasionantes e importantes tienen también su espacio reservado. Hoy vamos a conocer un poco más de una de estas variantes de la sexualidad humana, la asexualidad.



Apuntes sobre el comportamiento asexual

Los estudios de la asexualidad humana pueden ser considerados relativamente recientes. Hasta los años '70, el término de asexual se le aplicaba por lo general a las personas que, por alguna razón, presentaban una malformación genital que impedía la consumación del acto sexual. Hoy en día, existe un consenso general de que una persona asexual es aquella que no siente atracción sexual hacia ninguna otra, aunque esté físicamente capacitada para ello, lo cual según algunos estudios, es aplicable a alrededor del 5% de la población mundial.

Aunque las investigaciones sobre este tema son ciertamente insuficientes y existen muchas contradicciones sobre su origen, algunos han afirmado que sus causas están muy relacionadas con particularidades de origen endocrino, mientras que otros señalan una predisposición genética causada por la ausencia de los componentes libidinales que llevan a la persona a sentir el deseo sexual. Sin embargo, no son pocos los que aseguran que su origen es absolutamente psicológico, sin que se defina de ninguna manera como una enfermedad o un trastorno.

Variantes de la asexualidad

Existe un riquísimo universo por parte de las personas asexuales de entender las relaciones, la excitación y la atracción física hacia los demás. Así, podemos encontrar personas que encuentran su satisfacción estando solas y en su propia intimidad, mientras que otras lo hacen rodeándose del afecto de muchos amigos y el apoyo emocional que su afecto representa.

Muchos otros sí gustan de establecer relaciones amorosas e incluso gustan de tener una pareja estable con la que compartir la vida desde un punto de vista romántico, sin que medie en estos casos el deseo sexual. Esto ha llevado a la definición de términos como “homorrománticos”, “birrománticos” o “heterorrománticos”, en dependencia del o los géneros por el que sientan este deseo.

La asexualidad en la sociedad moderna

Seguramente estarás de acuerdo conmigo en que vivimos en una sociedad moderna hipersexualizada, donde tal pareciera que casi todo gira alrededor del sexo y donde la edad para comenzar a tener relaciones sexuales es cada vez más temprana. Esto muchas veces conlleva una fuerte contradicción y supone una presión social y psicológica para muchas personas asexuales, sobre todo los adolescentes que suelen sentirse marginados en los grupos, donde muchas veces tener relaciones sexuales es parte esencial para la aceptación en los mismos, si bien afortunadamente no siempre es así.

Por otro lado, también es complicado en aquellos que sí gustan de tener una pareja, pues es difícil mantener una relación estable con otra persona que no es asexual. En estos casos, la solución está en tener sexo sin placer, solo con el ánimo de complacer a la pareja, lo cual no siempre resulta efectivo como podrás imaginar, o permitir a la pareja tener relaciones sexuales con un tercer individuo, lo cual requiere obviamente de un consenso y una gran madurez.

En cualquier caso, las personas asexuales son tan normales como las que no lo son y como tal merecen todo el respeto de la sociedad, que debe luchar contra cualquier tipo de discriminación hacia esta o cualquier orientación sexual.

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Saludos desde Argentina!